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domingo, 31 de mayo de 2015

Las Cosas de Goyo “Las tonterías que hacemos cuando llueve”

La parte de los informativos televisivos que más interesa hoy en día es El Tiempo.

El caso es que nos informamos muchísimo sobre lo que pasará mañana en nuestros cielos, conocemos al dedillo el funcionamiento de las isobaras y sabemos lo que es una borrasca o anticiclón: vamos, estamos perfectamente preparados para no desentonar en una conversación en el ascensor. A ver si se ha pensado el del 5ºB que sabe más que yo de la ciclogénesis explosiva, habrase visto. ¿Todo esto por qué? Porque no nos gusta la lluvia. Aquí en España, excepto si eres gallego o vasco, no estamos acostumbrados a que nos llueva. Queremos sol, cervecica y unas bravas. No queremos lluvia porque nos fastidia los planes, porque parece ser que todo lo que podemos hacer en la calle en este país se puede hacer únicamente si hace buen tiempo.

Sí, nos recluímos en casa cuando llueve. Ya no se puede salir. Caen cuatro gotas y las calles quedan desiertas. Nos invade el virus del sofámantitaypeli y miramos a través de la ventana como cae la lluvia como si fuese la primera vez que lo vemos. Y miras a los balcones de los otros edificios y ves a los demás igual que tú, apartando las cortinas y absortos mirando el agua caer como diciéndose a sí mismos: “Caramba, llueve, ¿cómo lo hará el cielo para tener estos grifos tan grandes?”.

No pasa nada, a no ser que caiga el diluvio universal se puede salir a la calle y hacer vida normal con la simple ayuda de un invento arcaico como el paraguas. Pero a veces lo entiendo, porque hay paraguas que están destinados a joderte la vida. Lo habitual cuando hace viento es irte volando con él, Yo cada vez que llueve me ducho cuatro veces en el día.

Por otro lado, la lluvia nos hace hacer otro tipo de cosas tontas. Por ejemplo: Vamos dando saltitos por la calle cuales sapitos esquivando los charcos que se forman en la acera. Igual algún día cuando se acabe la crisis, allá por el 2723 después de la segunda venida de Cristo, arreglarán las aceras. A día de hoy cada vez que llueve se convierten en una prueba de Humor Amarillo.

Pues así me siento yo. Entre el paraguas reversible y los charcazos de las baldosas sueltas termino tan mojado que parece que haya salido de una lavadora recién centrifugado.

De todas formas la tontería que más me gusta es la de encogernos de hombros, no deja de ser chocante que encojamos los hombros cuando se pone a llover. Es una reacción instintiva y a la vez inútil. ¿Qué conseguimos? Nada, nos encogemos de hombros y te quedas a gusto.

Pero bueno, lo mejor quizá es salir corriendo y encontrar refugio lo antes posible. Aunque tengo un amigo que tiene una teoría, dice que si corres cuando llueves te mojas más. Porque según él, coges más agua a la vez de la que cae. Lo que no tiene en cuenta su teoría es que si corres estás menos tiempo debajo del agua. En fin, una chorrada como un piano. De ahí a que cuando llueve de forma inesperada, que ni siquiera los setenta mil noticiarios han sido capaz de avanzar, las entradas de las tiendas se llenan de gente. Ahí, parados. Viendo caer el agua. Dejando el tiempo pasar. “A ver si amaina”

Eso es porque les ha pillado cerca de la entrada de una zapatería, yo por eso si veo que va a llover me quedo en los alrededores de un bar. Al menos mientras esperas tienes un mundo de copas al alcance de tu mano. Y con un poco de suerte te adoptan y te quedas a vivir allí.
Pero mis fantasías húmedas las dejamos para otro día.

Goyo Gonzalez                                                                           

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