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sábado, 23 de enero de 2016

Una veintena de isleñas tejen en tres semanas dos mantas que donarán a familias de refugiados sirios

Dani Gómez Isla Cristina

Once kilómetros y medio, o lo que es lo mismo, 11.500 metros, ha sido la lana necesaria para elaborar, con mucho cariño e ilusión, dos mantas muy especiales. Mantas hechas con la calidez de 50 manos, pertenecientes a las 25 isleñas de entre 55 y 78 años que, puntada a puntada, han ido tejiendo en cada uno de sus cuadros sus sentimientos más solidarios, pensando especialmente en sus destinatarios finales: dos de las miles de familias completas de refugiados sirios que estos días luchan contra el frío y la nieve, de frontera en frontera, huyendo de las bombas y la guerra y buscando un futuro mejor para sus hijos.

Por otra parte, 25 madejas de los más diversos colores han sido las necesarias para hacer un trabajo en el que sus autoras han invertido 525 horas, a razón de siete horas semanales durante tres semanas por cada una de ellas.

Se trata de las alumnas del taller de croché que, desde hace ya cuatro años, entre los meses de septiembre y junio, se viene desarrollando en el Centro de Participación Activa para Personas Mayores que en la ciudad costera de Isla Cristina gestiona la Junta de Andalucía. Y todo ello gracias a su monitora, Rosa María Fernández López, que cada semana dedica de forma totalmente altruista siete horas de su tiempo (los miércoles y los viernes de 16:00 a 19:30) a enseñar esta modalidad de costura entre sus 25 alumnas, entre las cuales hay dos con alguna discapacidad.

Fue a la propia Rosa María a la que se le ocurrió la idea de tejer las mantas para posteriormente enviarlas a través de una ONG a los refugiados sirios que, incesantemente, cruzan Europa desde hace meses sorteando fronteras en algunos casos casi infranqueables. "Se me ocurrió hacer algo así cuando empecé a ver en la tele las duras imágenes de los refugiados -asegura-, especialmente las de las numerosas familias completas que se desplazan con menores". "Y precisamente a dos de esas familias son a las que queremos expresamente que les llegue nuestra solidaridad" afirma.

Rosa María no lo dudó a la hora de proponer la iniciativa a sus alumnas y a la dirección del centro. "Todos la aceptaron con ilusión" prosigue, "siendo incluso nosotras mismas, las alumnas y yo, como monitora, las que hemos pagado de nuestro bolsillo la lana y el resto de materiales necesarios para su confección".

Por su parte, Antonia Vázquez, trabajadora social del centro y responsable de las actividades que en él se llevan a cabo, afirma que "a priori, dos mantas pueden parecer poco para las enormes necesidades de abrigo que tienen los refugiados, sobre todo ahora en pleno invierno, pero es lo mucho que humildemente han podido hacer las 25 alumnas de este taller pese a sus escasos recursos, los cuales han sabido compensar poniendo en su trabajo su gran corazón, su enorme ilusión y su infinito empeño y tesón".

En este sentido, Rosa María incide en que ha sido una labor conjunta, en la que cada alumna ha puesto lo que ha podido, pero que, sobre todo, han elaborado pensando únicamente en sus destinatarios finales, los cuales quieren expresamente que sean dos niños, para ellas las principales víctimas, y las más vulnerables, de la crisis de refugiados más importante que ha padecido Europa después de la Segunda Guerra Mundial.

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