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domingo, 19 de abril de 2015

Las Cosas de Goyo "Las Comuniones"

Como muchos sabréis, en la época más primaveral, es el espacio temporal más dado a ciertas celebraciones, como pueden ser: las bodas… Y las comuniones. De las bodas ya he hablado más de una vez y no tienen más misterio, hay dos personas que se casan, que deciden vivir juntos durante un tiempo indefinido como los contratos de las ETT’s. Es decir, muchas promesas de futuro, firmas un contrato infernal, y a los pocos días te ves en la calle sin un duro.

Pero en fin, no vengo a hablar de las bodas. Sino de las comuniones, que es como casarte, pero con el Altísimo. Es el momento cumbre de todo católico que se precie ya que es el momento en el que te comes la Santa Hostia, con perdón, y te haces inmortal de alma. Eso es la teoría de la comunión, así a grandes rasgos. Pero… ¿Los niños saben todo eso? Es más, ¿los padres lo saben? Y aún diría más. ¿Le importa a alguien lo que la hacen?.

La verdad es que la gente no hace la comunión por sus creencias en Dios o en la Iglesia, o en ambas cosas a la vez. Que suelen ir de la mano. Aunque las iglesias todos los días están lleeeenas de gente, los que hacen la comunión no es que sean muy “practicantes”. Que es lo que dice todo el mundo: “No, yo soy católico, pero no practicante”. Es como decir: “Yo fornico mucho, pero en realidad me mato a pajillas”. Pero bueno, no vamos a entrar en lo que cree la gente y lo que no. O también otra frase típica: “Yo creo en Dios, pero en la Iglesia no”. Que es como decir: “Yo creo en los elefantes, pero no en las trompas”.

Los niños, que son los grandes protagonistas de la historia, hacen la comunión por una razón clara: Los van a colmar de regalos, tanto, tanto, que no van a caber en casa. “Manolito, ¿tú crees en Dios?” Y Manolito responde: “Sí, mucho, mira cuantos regalos me han dado…” Digamos que esta sería la esencia real de estas celebraciones litúrgicas. Los regalos no suelen variar mucho, te regalan 20 estuches con escuadra, cartabón y compás…
Luego, treinta relojes despertador, alguna cadenita, algún reloj, esto ya abunda menos… Y luego te suelen regalar un álbum de fotos con un niño de rodillas rezando, para guardar las fotos del gran día. Cuando eras niño y veías por fin un sobre con dinero suelto para que te compraras la consola anhelada, entonces era cuando llegaba tu felicidad… “Por fin alguien sensato…” Pensaban todos.

Pero no todo en la comunión son los regalos, pensad que antes de hacerla tenías que ir a catequesis. Un lugar idílico en el que te aprendías el Credo, los diez mandamientos y hacías dibujitos. Ahí se suponía que aprendías lo que era la religión católica y en realidad los niños estaban esperando la hora de irse preguntando todo el día: “¿¿Y los regalos quee…?? ¿Cuando vienen?” Ya se sabe, los niños…

Después de pasar esa época infernal en catequesis, por fin llegaba el día de confirmar tus creencias, en una misa de la cual los niños pasaban, los padres se emocionaban y el momento cumbre consistía en que te daban una hostia. En el buen sentido de la palabra, a ver si os pensáis que el cura iba pegando tortazos a diestro y siniestro.

Además, las vestimentas que lleván todos son dignas de estudio. Las niñas van como si se fuesen a casar, con unos trajes de princesa de cuento que te tiraban para atrás. Todos los niños: “Ay que ver, que buena se está poniendo la Tere”. Y otro: “Sí, mira, parece que le salen las tetas”. Los niños ya estaban hormonados antes de la pubertad y todo. Y luego estaban los trajes de los niños, con el clásico marinerito que es una auténtica putada para el susodicho. Porque no se ha visto traje más hortera que el de marinerito de la comunión, las comparaciones con Cateto a Babor, son odiosas.

Una vez acabada la ceremonia de la iglesia y ahostiados, se van a la fiesta. La fiesta más grande que puede tener un niño, es como un cumpleaños pero a lo bruto. Vamos, el equivalente a las despedidas de soltero cuando eres mayor. Pero claro, sin stripper y con ganchitos. Una fiesta rodeada de niños, mezclando coca-cola con fanta naranja y fanta limón, todo junto, mojando el ganchito dentro del vaso, mojando hasta las gambas, que ahí es donde se inventó el cóctel de gambas… Y en fin, esto es la comunión, por lo menos en mi época… Ooh, que mayor soy. Después de hacer la comunión, todos los niños se comprometen a ir a misa cada domingo, sin faltar, y portarse bien y católicamente para toda la vida… ¿O no?

Goyo Gonzalez                            

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